Mientras en nuestra sociedad persiste la tendencia del descenso de número de nacimientos batiendo cada año récords históricos, el número de mascotas en nuestros hogares sigue una progresión totalmente opuesta. Esta noticia, de la que recientemente se han hecho eco los medios de comunicación, no sólo implica un riesgo sociodemográfico, sino que supone un potencial riesgo en el aumento de accidentes por mordeduras. Además, como si de una ironía se tratase, la población más vulnerable son precisamente los niños. Su menor tamaño y su menor capacidad para defenderse, sumado a su innata y en ocasiones temeraria actitud exploradora, les convierten en la principal víctima, especialmente a los más pequeños (menores de 5 años de edad).
Curiosamente la mayoría de los artículos y revisiones del tema coinciden en que este tipo de agresiones, especialmente en el caso de los perros, suelen producirlas un animal sin antecedentes de actitud violenta y que ya es conocido por el niño o su familia, perteneciendo frecuentemente a su propia familia o amigos cercanos de la misma. A pesar del riesgo ya mencionado no podemos olvidar que una mascota aporta múltiples beneficios en los niños. Les ayuda en la adquisición de responsabilidades, les da la oportunidad de realizar ejercicio, promueve el cariño y respeto por otros animales y por supuesto pueden jugar un papel relevante en el desarrollo emocional y psico-afectivo del niño. Por lo tanto, el objetivo de las siguientes líneas no será contraindicar esta convivencia, sino conocer los potenciales riesgos y saber cómo actuar ante ellos, sin olvidar que la prevención y educación de los más pequeños de la casa serán claves para alcanzar este deseado equilibrio riesgo-beneficio.
Agresiones de animales domésticos. Peculiaridades de cada animal
En general, la mayoría de las agresiones por animales domésticos producen lesiones locales leves, aunque a veces pueden dar lugar a lesiones musculares, vasculares o esqueléticas que requieren cirugía reparadora. La sobreinfección de la herida y/o transmisión de enfermedades así como la afectación psicológica en el propio niño, son otras de las posibles repercusiones.
Entre todas las agresiones, las producidas por perros y gatos encabezan la lista de principales consultas en los Servicios de Urgencias Pediátricas.
Los gatos producen arañazos o heridas punzantes por mordedura. En general son lesiones leves (erosiones superficiales), pero el riesgo radica en la elevada tasa de infección, pudiendo aparecer complicaciones como artritis u osteomielitis. Típicamente hay una patología asociada a esta enfermedad, la Enfermedad por arañazo de gato. Su nombre no da lugar a equívocos, y es que se produce tras el arañazo del gato al humano (rara vez por mordisco) y la transmisión de una bacteria (Bartonella henselae). El periodo desde el incidente hasta que aparecen los primeros síntomas (periodo incubación) se prolonga 1-2 semanas, observándose adenopatías dolorosas (ganglios inflamados) cerca de donde se había producido el arañazo. Aunque generalmente la evolución y el pronóstico son buenos, y no suele requerir tratamiento específico, en algunos casos la infección puede diseminar y producir complicaciones. Por lo tanto, ante cualquier arañazo de gato lo primero que hay que hacer es lavar bien la herida con agua y jabón, vigilar y consultar en un servicio médico si se aprecia alguna complicación o pasado un tiempo aparece una adenopatía dolorosa.
Las mordeduras de perros representan el 80-90% de las mordeduras atendidas en los Servicios de Urgencias Pediátricas. En los niños con edades entre los 5 y 14 años la localización suele ser la extremidad superior dominante, sin embargo por debajo de esa franja de edad predomina la afectación en cara, cabeza y cuello. Aunque rara vez suponen un desenlace letal, precisamente por la localización de las lesiones, sí son comunes las secuelas estéticas.
La incidencia de infección, que suele producirse en los 3 primeros días tras el accidente, tampoco es desdeñable (15-20%). Por ello, en estos casos es también fundamental el lavado de la herida de forma vigorosa con agua y jabón. Además, en toda mordedura de perro se estudiará el estado de vacunación del animal contra la rabia. El virus de la rabia se introduce desde la saliva del animal infectado a través de la herida generada (no traspasa la piel intacta). El perro puede transmitir la enfermedad días antes de que tenga algún signo de infección y en el niño infectado pueden pasar entre tres y ocho semanas (hay casos descritos hasta más de siete años) hasta que aparecen los primeros síntomas. Este amplio intervalo de tiempo ha llevado a modificar en las últimas guías clínicas las pautas de vacunación y la valoración del riesgo tras la agresión.
Es importante señalar que, a día de hoy, España peninsular e islas ha estado libre de rabia desde el año 1978 a excepción de mordeduras de perros procedentes del extranjero. Sin embargo, nuestra proximidad geográfica con países endémicos de rabia hace necesaria su vigilancia epidemiológica así como el conocimiento por parte de los sanitarios de los protocolos de actuación.
Si alguno/a de los lectores estuviese interesado en ampliar conocimientos del tema puede hacerlo en la reciente publicación del protocolo de actuación frente a mordeduras o agresiones de animales así como profilaxis antirrábica por parte de la Red de Vigilancia Epidemiológica de Castilla y León, disponible de forma gratuita en el portal de salud de Castilla y León.
Actitud ante una agresión de animal
a) Qué hacer en casa:
Tratamiento de la herida:
Lavar con agua y jabón de forma vigorosa.
Evaluar la gravedad de la lesión: Evaluar el tamaño, profundidad y localización de la herida así como el dolor ocasionado. Este paso nos permitirá conocer el grado de afectación de la lesión así como la necesidad de administrar un analgésico si se percibe dolor.
Conocer estado vacunal del animal:
Procurar conocer la procedencia y el estado vacunal del animal agresor. Esta información será relevante para el manejo terapéutico en caso de precisar consulta médica.
Valorar necesidad de consulta médica:
Con toda la información previa se tomará la decisión si es preciso consultar en un Servicio de Urgencias.
b) Qué se hará en el Servicio de Urgencias Pediátricas:
Tratamiento de la herida:
Se procederá a una limpieza meticulosa de la herida, eliminando el tejido de la piel dañada y retirando cuerpos extraños si los hubiera. Todo ello titulando el grado de dolor y la sedoanalgesia necesaria para el proceso. La sutura o no de la herida dependerá del tiempo de evolución, localización y riesgo de infección.
Profilaxis antibiótica:
Aunque en general no es preciso el uso de antibióticos, se valorará el riesgo infeccioso y la necesidad de cobertura antibiótica.
Profilaxis antitetánica:
Todas las mordeduras suponen un potencial riesgo de desarrollar tétanos, dado que la herida sirve de vía de entrada para las bacterias productoras de la toxina que causa esta enfermedad. Dependiendo del tipo de herida y el estado de inmunización del niño se valorará la administración de la vacuna y/o gammaglobulina específica.
Profilaxis antirrábica:
Se recogerán los antecedentes de la persona agredida (estado inmunológico y calendario vacunal), el tipo de agresión y estado vacunal del animal, incluyendo una observación del mismo durante un periodo de tiempo en aquellos casos que sea necesario. Atendiendo al riesgo de transmisión se administrará la profilaxis con una pauta de vacunación antirrábica.
Valoración del ingreso hospitalario: Dependiendo de la gravedad, extensión, profundidad o aparición de alguna complicación, se indicará si los cuidados posteriores pueden ser proporcionados directamente por los familiares en el domicilio, si el niño precisa un seguimiento ambulatorio o si es necesario ingresarlo en el hospital (vigilancia clínica estrecha, antibioterapia intravenosa, reconstrucción quirúrgica…etc.)
Planes de futuro
La elevada incidencia y progresiva tendencia, tanto en el número de mascotas en los hogares como en el número de accidentes, nos obliga a revisar protocolos y posibles medidas que ayuden a paliar este problema.
Entre todas ellas, las medidas educativas son un pilar fundamental. Estas deberían poder iniciarse en los colegios mediante la concienciando a los más pequeños y a sus familiares. Lo ideal posiblemente fuera combinar una educación centrada en el respeto hacia las mascotas y el conocimiento del potencial peligro de la convivencia mascota-niño. En el propio hogar se continuaría con esta formación mediante material suplementario con vídeos, trípticos, etc. Toda esta información podría ser resumida en cinco sencillos puntos: