

Coach, experta en Coaching Cuántico y en Inteligencia Emocional. Directora de la Escuela de Liderazgo y Bienestar Emocional.
juliademiguel.com
Seguro que más de una vez has quedado con amigos para hacer una ruta o con un club de running, que ahora están tan de moda… y seguro también que en alguna ocasión has tenido que seguir un ritmo más alto del que tú sueles llevar o has tenido que reducir ese ritmo porque las personas con las que vas llevan ese otro ritmo. En ambos casos te habrás sentido “forzado” y eso te lleva a sentirte más cansado/a, como dice ahora la gente joven, sin “flow”.
Y es que cada uno de nosotros/as tenemos un ritmo, un pulsar, que es el que hace que sintamos que vamos alineados con la vida, en coherencia, en sincronía. Ese ritmo nos da vitalidad y nos hace funcionales.
El problema es que quizás caminando o corriendo sea más sencillo reconocer ese ritmo natural y muy tuyo, sobre todo, si vas sólo/a, porque cuando vas con más gente, no siempre es tan sencillo. Aparecen la culpa o la vergüenza o el miedo, por no ir al ritmo del otro y entonces forzamos (por el qué dirán, porque deje de querer ir conmigo, por orgullo… cómo voy a quedarme atrás) y así acabo hecho polvo. Otras veces por exactamente lo mismo, retraso mi ritmo, por pena, por culpa… y acabo frustrado/a y también más cansado/a, sin energía.
Pues si encontrar tu ritmo en esas caminatas o carreras es importante, imagínate lo esencial que es vivir a tu ritmo… VITAL. Es lo que llaman fluir y que no es ni más ni menos que vivir alineado/a con tu realidad, en coherencia.
Muchas veces escucho eso de “ya me he cansado, a partir de ahora voy a ser yo misma/o, voy a ser fiel a mí”. Estamos diciendo que queremos encontrar nuestro propio ritmo, ser personas autorreferentes, auténticas, únicas.
El problema es que hay un ritmo vital, esencial, ese ritmo que pulsas cuando eres capaz de ver la realidad y que tus actitudes y acciones vayan alineadas con tu realidad y hay otro ritmo, que también es tuyo, pero está marcado no por tu realidad, sino por creencias, valores, ideales, una conciencia social que marca un ritmo totalmente disfuncional para ti, que te aleja de tu realidad y en consecuencia de ese ritmo vital.
No es sencillo Ver la realidad. Porque la realidad no se ve con los ojos, se siente. Tu realidad más cercana es tu cuerpo y es él quien se “comunica” contigo a través de lo que sientes. Cuántas veces nos ha pasado que nos han propuesto planes que, si nos paramos un instante a escuchar/sentir a nuestro cuerpo, diríamos que NO, que no sentimos hacer eso (no sabemos muy bien por qué, pero es un NO) y aun así lo hacemos porque antes esa sensación que estamos sintiendo, rápidamente sobreponemos pensamientos, que son creencias, valores, ideales…y decidimos decir que sí, porque total, no es para tanto, porque sinó siento miedo de perder a esa persona, porque me van a juzgar, porque van a dejar de proponerme cosas o porque, qué voy a hacer ¿quedarme en casa? ¿Parar y arriesgarme a que por parar de hacer planes y cosas, comience a sentir incomodidad, vacío, soledad? No, no, no ¡yo voy!
Pues ya está, acabas de perder tu ritmo, tu vitalidad, tu energía. El cuerpo, tu biología, sabe muy bien cuando lo que estás haciendo (o cuando los pensamientos que estás validando una y otra vez) son incoherentes. Lo sabe y lo siente. Vivir sin ritmo, sin tu ritmo es altamente perjudicial para ti, para tu cuerpo. Nos envejece y enferma, nos hace perder nuestra vitalidad, energía, funcionalidad. No son los años los que nos envejecen y nos hacen sentir cada vez con menos vitalidad, energía, alegría de vivir, sino vivir sin TU ritmo vital, en una falta de coherencia con tu realidad.
Es urgente recuperar nuestro ritmo, cada uno el suyo. Y sólo lo podemos recuperar si comenzamos a vivir desplegando nuestra consciencia particular. El observador que nos permite darnos cuenta de nuestro sentir profundo. Ese sentir es nuestra brújula interna, nunca se equivoca, es esa inteligencia universal creadora de mundos, es nuestra alma. Seguirla es garantía de que esa decisión que vas a tomar, es la mejor para ti y para el resto de mundo, aunque a corto plazo no te lo parezca y surjan miedos, que te aseguro que aparecerán.
Pero al miedo se le vence con conocimiento. Por eso necesitamos conocer lo que realmente somos, integrar cada vez más que somos seres multidimensionales, que somos onda y partícula al mismo tiempo y que la forma siempre, siempre, la crea la onda, el fondo. Sentir nuestra onda y seguirla es garantía de avance, de vitalidad, de vivir en coherencia, de funcionalidad. De realidades cada vez más expansivas, de evolución.
Y para poder observarnos, sentirnos, también necesitamos parar, dejar de vivir en constante acción, con planes que no nos dejan espacio para que aflore todo ese sentir, esa onda que siempre está ahí, pero que nos empeñamos en tapar una y otra vez porque nos incomoda. Es mejor anestesiarla…así perdemos nuestro ritmo, energía y vitalidad. Y por más suplementos que te tomes, no la vas a recuperar.
El otoño y también el invierno, los días más cortos, las noches cada vez más frías y largas, nos invitan al recogimiento, a la parada y están apoyando también la búsqueda de nuestro propio ritmo.
Así que, tienes el tiempo a tu favor, el conocimiento (aunque siempre lo puedes ampliar, te aseguro que es apasionante), y la consciencia particular a tu disposición para que la actives y despliegues… ¿estás dispuesta/o a encontrar tu propio ritmo?
O, como dicen los de Seguridad Social…
”Cuando la vida nos amenaza
Sigue tu ritmo del corazón
Fuera caretas, fuera corazas,
Oye tu ritmo del corazón”
Oye tu ritmo del corazón.
Aquí puedes ecuchar el tema
‘El ritmo del corazón’ de Seguridad Social
