Coach, experta en Coaching Cuántico y en Inteligencia Emocional. Directora de la Escuela de Liderazgo y Bienestar Emocional.
juliademiguel.com
Desde hace ya un tiempo está de moda y la verdad, que como propósito está muy bien. Vivir la vida con más pausa, consciencia. El problema es que para que podamos vivir así, para que no sólo sea un propósito o una filosofía de vida, sino que sea una FORMA de vida, primero tenemos que conocer cómo funcionamos y una vez que tenemos ese conocimiento, comenzar a aplicarlo, porque este estilo o forma de vida no se decide y ya está, se tiene que PRACTICAR día a día, para que se vaya integrando en nuestra biología.
¿Y por qué queremos una vida más lenta y consciente? Porque lo que nos nutre y nos llena, nada tiene que ver con la forma, con lo que hacemos o conseguimos, con lo que tenemos, lo que nos nutre y nos hace vivir una vida plena, no se ve, no se toca, es intangible…pero sí se SIENTE. Vivir es SENTIR.
Si te paras a pensar, los momentos más ricos de nuestra vida, no tienen que ver con cosas, lugares, personas…sino con lo que hemos sentido a través de esas experiencias.
Y no podemos sentir si no somos conscientes. Mejor dicho, sentir, sentimos, pero rápidamente abortamos ese sentir, porque no nos gusta. No nos permitimos, como buenos catadores de vino, saborear nuestro sentir, abrirnos a todos sus matices. No nos gusta el “sabor” de la tristeza, ni de la ira o la culpa, ni tampoco el de la frustración. Y de manera automática (y es normal porque no nos han enseñado a hacerlo de otra manera) lo que hacemos cuando llegan estos estados es evitarlos. “Escupimos” nuestro sentir. Somo muy reactivos y lo hacemos en el instante en el que a eso que sentimos le damos una interpretación.
Rechazamos lo que sentimos, rechazamos la realidad. Por eso, aceptar la realidad no es convencernos de que lo que está sucediendo no tiene por qué ser malo o bueno, positivo, no se trata de darnos razones para quedarnos “medio convencidos”, tampoco de darnos argumentos a favor de esa realidad, no. Aceptar la realidad es ACEPTAR lo que estamos SINTIENDO…y permitirlo, catarlo, con todos sus matices. APRECIARLO.
Cuando hacemos esto, cuando ponemos nuestra atención en atender a esa energía (emoción), sin juicio, sólo abriéndonos a todos sus matices, esa atención va a hacer que esa energía se libere, se desbloquee y de ahí, te aseguro, que nacerá una acción coherente, realista, armónica.
Pero si lo que hacemos es negar lo que sentimos, anestesiarlo, interpretarlo, esa energía no es atendida y se acumula, se acumula…hasta que estallamos de una u otra manera. A veces lo hacemos echando esa energía hacia los demás…y otras, hacia nosotros mismos. Pero es una energía fósil, nos deja fundidos y cada vez más y más agotados y con una sensación de vacío enorme.
Vacío que tratamos de “llenar” con muchas cosas: comida, viajes, cosas, personas, trabajos…y que nunca se llenará porque lo único que nos nutre de verdad es ese sentir, esos estados intangibles que sólo si vivimos conscientes vamos a poder ponerlos en valor.
Una vida slow life requiere primero de eso: de consciencia. Y la consciencia es silencio, espacio, es vivir desde una actitud de curiosidad por lo que sucede, no de juicio. Es estar abierto y en disposición para querer ver y comprender, para darte espacio y permitir sentir lo que sea que estés sintiendo.
Yo diría que la práctica de esto, de vivir con consciencia, atención, con curiosidad y aceptación de la realidad (de lo que sentimos en cada experiencia) es lo que nos lleva a apreciar la vida, a sentirnos plenos, vitales, VIVOS.
¿Te imaginas lo que supondría aplicar esto en tu vida? Comenzaría a desaparecer el conflicto porque desde aquí queremos comprendernos y comprender al otro, no juzgarle o “manipularnos o manipularle" para que haga lo que yo creo que tendría que hacer y así ya estoy tranquila/o, ya no siento esto tan incómodo.
Todos los conflictos que vivimos en nuestro día a día, en nuestro trabajo, con nuestros hijos/as, parejas, alumnos/as, clientes, familia, amigos, todos, tienen como base el juicio y la falta de consciencia. La conciencia es observación, curiosidad, es ver los detalles, es una disposición a querer comprender y ver la realidad para desde ahí actuar. Pero para ello, no podemos pasar de puntillas por lo que sentimos, sino abrirnos a ello. Y esto es un proceso totalmente personal y subjetivo, que requiere de espacio, de tiempo, de silencio…y de práctica.
Y es esta práctica lo que nos va a llevar a vivir cada vez con más calma, claridad, a sentir la vida o mejor dicho, a vivir, que no sabemos vivir, más bien lo que hacemos es pensar la vida y claro, normal que sintamos ese vacío existencial. Es como si en vez de comer (SENTIR) pensásemos en comer…pero no comiésemos. ¿Esto no nos nutriría verdad?
Quizás el verano sea un buen momento para comenzar a practicar una vida en consciencia. Y que no se te olvide, es una práctica, un entrenamientos diario y continuo. Y así comenzarás a sentirte cada vez más vivo/a, más llena/o de ese intangible, porque como decía Jhon Lenon:
La vida es lo que pasa (esos estados, lo que sentimos) mientras haces otros planes (mientras estás ahí, en la mente, pensando, analizando, juzgando, negando la realidad)
O como dice esta canción preciosa, vivir siempre… con el CORAZÓN POR DELANTE.